miércoles, 25 de noviembre de 2009

Las unidades culturales que son, según Eco, el objeto propio de la semiótica, se definen, no obstante, como entidades observables y manejables. Toda unidad cultural se explica refiriéndola a otra unidad, también cultural. Esta explicación de las unidades culturales la desarrollará Eco apoyándose primero en la noción peirciana del intérprete. Según Peirce, el interpretante no el el interprete, sino lo producido por el signo en la "cuasi-mente" del intérprete. Entendiendo así, el intérprete puede confundirse con la definición de signo, con su intención o significado conceptual. Peirce, no obstante, plantea el problema del intérprete en términos representación: el intérprete es otra representación que se refiere al mismo objeto. Lo que se concluye de este planteamiento es que, para llegar al significado de un signo, hay otro proceso de interpretación que convierte el primer significante en otro significante y así tal vez hasta el infinito, ya que este proceso da lugar a una "semiosis ilimitada". Pierce describe la sucesión infinita de interpretantes de la siguiente manera: "el significado de una representación no puede ser de otra cosa que una representación. De hecho, no es sino la representación en sí, concebida como "despojada de sus vestiduras" menos relevantes. Pero dichas vestiduaras no pueden eliminarse del todo: simplemente se las sustituyes por algo más diáfano (claro, limpio). Así, se da una regresión infinita. Por último, el intérprete no es sino otra representación a la que confía la "antorcha de la verdad: y como representación tiene, a su vez, su propio interpretante. Y ahí tenemos otra serie infinita". Por consiguiente, es evidente que, para Peirce, los signos generan otros signos, ya que la misma explicación dará lugar a otra explicación y por lo tanto otro signo. De esta manera, dice Peirce: "Llegaremos o deberemos llegar al final de un Signo de sí mismo, que contenga su propia explicación y la de sus pares significantes".

2 comentarios: